28.2.05

24 de Marzo 2005



La Mesa Directiva de la Honorable Convención Provincial de la Unión Cí­vica Radical de San Luis quiere rendir homenaje a las víctimas del atroz Golpe de Estado que sufrió la Argentina desde el día 24 de Marzo de 1976.

También nuestro homenaje es para el líder radical Ricardo Balbín, cuya palabra profética no fue escuchada, cuyo mensaje de unión de los argentinos fue silenciado con las botas militares y de la guerrilla.

Aquí puede leer el mensaje que por Cadena Nacional dió el Dr. Balbin el 16 de marzo de 1976.


CONVENCIÓN PROVINCIAL UCR
SAN LUIS.

25.2.05

Historia de un líder radical...


AMADEO SABATTINI
(1892-1960) :
Líder carismático -el mayor que tuvo Córdoba en el siglo XX-, Amadeo Sabattini simbolizó el contraste entre la nación autoritaria y la 'isla democrática'. Esa percepción arrancó del tiempo en que, a despecho de los acontecimientos nacionales, gobernó la provincia de Córdoba (1936-1940) en democracia, respetando las libertades públicas y promoviendo reformas progresistas en lo económico y en lo cultural. Sabattini, radical de cuño yrigoyenista, fue partidario de la redistribución de la propiedad agraria frente a los terratenientes y de la enseñanza laica frente al clero, y apostó a un Estado fuerte pero no grande y a una ética rigurosa en el ejercicio de la función pública.


"Después de Hipólito Yrigoyen la bandera radical estuvo custodiada por él -Amadeo Sabattini-. Su vida fue un ejemplo de conducta, incomparable en la historia política de la República. Su mística lo hizo señor del renunciamiento en aras de la grandeza moral de la ciudadanía" (Arturo Illia).


"Hemos perdido un auténtico ciudadano de la patria. Supo servirla con su espíritu y decisión, es decir con honestidad, decencia y desinterés. Difícil será llenar su lugar en la lucha que debemos afrontar en pro del país, pero su ejemplo ha de impulsarnos para lograr la meta por la que tanto bregó" (Ricardo Balbín).


Córdoba es una provincia cuyo espacio político ha estado marcado por una tensión constante entre la tradición y la modernidad. Es el territorio de la Reforma Universitaria del 18, que produjo un núcleo de intelectuales en los sesenta cuya influencia aún subsiste, la del sindicalismo democrático y combativo de los setenta.
Con el golpe del 30 el país comienza una larga y lenta decadencia que lo marcará por más de cincuenta años. En la misma época, Córdoba se transforma en una suerte de isla democrática. El Sabattinismo, bajo la dirección de don Amadeo, gobernará la provincia desde 1936 a 1943 y lo hará con una profunda transparencia administrativa, impulsando reformas fiscales y crediticias dirigidas a los sectores populares.
Grandeza es una palabra impresionante que con frecuencia se encuentra en el lenguaje de los argentinos, sobre todo cuando se busca justificar lo que es difícil de explicar en los hechos: ¿Qué era la grandeza para Sabattini? Era la modernizacjón, pero modernización que tenía como destinatarios al hombre y a la mujer concretos. Modernización basada en la equidad y la libertad. Modernización, independencia, honestidad, transparencia, equidad y libertad. Ese era el credo de Amadeo Sabattini y el único camino para construir una identidad nacional.
Le tocó vivir en una época donde estaba ausente un sistema político legítimo en el país. Donde la sociedad no tenía un consenso básico sobre las reglas de juego político y se había acostumbrado a las políticas de opresión, las proscripciones, los planteos militares, la inestabilidad.
Seis años después de su muerte, el golpe de 1966 abre la puerta para que los argentinos entremos en los años ciegos. Ese golpe militar expresaba la vitalidad de la Argentina corporativa, contradictoria con la precaria Argentina Republicana por la que luchaba Sabattini. Por ese entonces, el rostro de la Argentina corporativa se manifestaba sin arrugas. Sabattini fue uno de los pocos que tuvo cabal comprensión del alto costo que se pagaría por priorizar una alianza de intereses que hipotecaba el futuro de las generaciones argentinas".

RAUL ALFONSÍN

"Vieja casona de la calle Mariano Moreno, en Villa María. Techos altos, corredores y paredes que exhiben manchones de humedad. Piso de madera, ya envejecidos por el tiempo. Antiguos muebles, sencillos y humildes; cama de hierro en la que murió un día, un patriota ilustre con una mano sobre el corazón, tal como había vivido. Testifican el amor familiar las paredes, de las que penden varios retratos de hijos y nietos. Otro de Yrigoyen, como testimonio de leal adhesión a una conducta ya un ideario excelso.
Vivió allí durante más de cuarenta años el hombre que mantuvo el control político de una importante provincia durante tantos años. Personalidad ilustre, consular, realizadora y noble, de la política nacional, pilar relevante y abanderado que -como lo afirmó Ricardo Balbín- creyó en el concepto moral de la política y dejó el ejemplo de su vida y una conducta insobomable.
Vieja casona de aislamiento y, muchas veces, de mutismo. Un dejo de leyenda colmó su presencia en la tranquila villa, centro de la geografía argentina, donde se levanta la vetusta 'cueva' del 'nuevo peludo'.
En el ocaso cordobés, cuando el hábito fresco y suave colmaba la villa, una relevante personalidad caudillesca, con un dejo de excentricidad y de misterio, abandonaba la humilde casa para caminar en la acera, con su delantal blanco y su boina vasca negra echada un poco para atrás. Delantal de médico y de maestro. Maestro del pueblo. La cabeza levantada y el paso lento y corto. El sueño hacia arriba, el andar adelante y el corazón en la República.
Se llamó Amadeo Sabattini. Ministro de gobierno, gobernador ejemplar; hombre austero y consecuente con las ideales que motivaron su soldadesca republicana y democrática. Constructor e innovador en las costumbres políticas, uno de los primeros políticos argentinos en sostener contenidos ideológicos, sociales y económicos con su fórmula de 'pan y libertad', de los que hoy se nutre la democracia social sustentada por el radicalismo. Conciliador que propugnó una unión cívica, unión de los radicales, como basamento fundamental para las grandes construcciones argentinas. Dijo un día: 'Yo soy la vieja que arregla el baile. Lo que quiero es arreglar a los radicales. Una vez que las parejas se pongan de acuerdo, bailarán mejor'.
Vieja casa de la calle Moreno. Un caudillo camina en la acera. Lo hace muchas veces. Algunas, el paseo culmina sentándose el ídolo popular en el frontis de la 'cueva'. Así lo encontró un día un hombre del sur de la Provincia de Buenos Aires, a quien invitó a pasar de inmediato. El techo alto, la pared abandonada, los pisos de madera, el retrato de don Hipólito, la cama de hierro donde, un día, se le encontró muerto con una mano en el corazón y otra sobre la nuca como pensando y sintiendo el país, sus angustias, su porvenir incierto.
Villa María se vistió de negro. También el país y el pueblo, presentes en la desgracia. Las casas de familia tuvieron sus crespones. También la democracia. El pueblo tomó el féretro. Un silencio sin medida fue interrumpido por un toque de atención del trompa de la banda. La bandera nacional, puesta a media asta en todos los edificios del Ejército, la Armada y la Aeronáutica Perdió la Nación a un patriota esclarecido, pero ganó la enseñanza y la obra de una conducta recta y proba."

Fragmento de un discurso pronunciado por el Dr. Eduardo Giorlandini.



WEB SITE DE HOMENAJE A AMADEO SABATTINI


"Hoy se necesitan más Balbín que Alfonsín" dijo Ricardo Alfonsín



Entrevistado por POLITICOS ARGENTINOS.COM, RICARDO ALFONSIN, destacó que es necesario latinoamericanizar la política. Además propone recuperar a la UCR como herramienta al servicio de la sociedad. Por otra parte remarca que hay un ataque constante a la actividad política y que es necesario el acompañamiento de la sociedad para realizar las reformas que generen el bienestar general.

Por Marcos Zapata


¿Qué opinión le merece el Gobierno de Felipe Solá?

Tenemos un juicio negativo de todas las gestiones justicialistas desde 1987 a la fecha. No solamente no se han resuelto los problemas, si no que se han agravado. La provincia tiene una deuda de 28.000 millones de pesos, un sistema educativo que es un desastre por adherir a la Ley Federal de Educación, un desempleo que bate records, y hay graves problemas en salud y seguridad.
Ha llegado el momento de que la sociedad se de una oportunidad a sí misma colocando en la Legislatura la mayor cantidad de hombres y mujeres del radicalismo. Si se adhiere a concepciones progresistas y serias de la política, la oposición debe comportarse de manera seria, colaborando cuando corresponda y oponiéndose generando propuestas alternativas.

El radicalismo tiene muchas intendencias en el interior de Buenos Aires, pero pareciera que es imposible ganar en el conurbano bonaerense ¿Cómo se le gana al justicialismo en la provincia?

En ese sentido estamos en una etapa pre alfonsinista. Existió hasta 1983, una suerte de complejo de inferioridad en el radicalismo. Pensábamos que al justicialismo no se le podía ganar. Sin embargo en 1983 y 1985 demostramos que esto no era así. Desde 1987 ingresamos en una espiral deflacionaria en términos electorales. Esto provocó que vuelva a aparecer este complejo de inferioridad con relación al justicialismo.
El problema serio lo tenemos en el conurbano. Creo que se le pueda ganar al justicialismo. No es un obstáculo insalvable el uso repudiable y clientelista que que hacen del aparato estatal en los municipios del conurbano. Caso contrario no se explicarían los triunfos de Sabatella en Morón, de Ivoskus en San Martín y hace unos años de Laborde en Avellaneda, por ejemplo. Creo que lo que tenemos que hacer es terminar de pelearnos entre nosotros. Recuperar vocación de poder, demostrar a la sociedad que conocemos los problemas de los distritos, que hacemos los diagnósticos más acertados y formulamos las mejores propuestas. Que estamos en condiciones de gestionar con criterios progresistas y de manera eficiente.
Pero para ganar elecciones hay que colocar al frente de la Unión Cívica Radical, los hombres más representativos y que más prestigio posean en la comunidad. Esto a veces no coincide con las necesidades de la interna. En muchas oportunidades quienes hacen ganar internas, son aquellos que luego son responsables de perder la general. Debemos empezar a trabajar para que la gente que se comprometa en una interna sean aquellos que en una elección general sean respetados y reconocidos por la sociedad. Estoy seguro que podremos revertir los guarismos electorales y llegar a duplicar, triplicar o cuadriplicar los votos obtenidos en el conurbano. Así se podría promediar un 20% de sufragios en la provincia, por lo que quedaríamos en buenas condiciones para el 2007.

¿Cómo lograr ese objetivo con las divisiones que tiene el radicalismo provincial en estos momentos?

Internas no es un sinónimo de división. La elección interna es el último acto de un proceso de discusión sobre los métodos y propuestas para llevar a cabo en cada uno de los distritos o a nivel provincial. La unidad se logra a través de la disciplina partidaria, de la lealtad, a través de comportamientos serios. Como decía Ricardo Balbín "El que gana gobierna y el que pierde acompaña".
Estamos en una situación límite dentro del partido. Hay miembros del grupo Olavarría que proponen dejar sin candidatos a la Unión Cívica Radical. Esto sí es muy grave para el partido, no obstante estamos esperanzados en hacer comprender que es necesario fortalecer y vigorizar al partido para colocarlo como actor gravitante en el escenario político nacional y provincial.

¿Cómo se los convence? Algunos apoyan a Solá en su pelea con Duhalde y agregan que Storani y Moreau son socios del duhaldismo en la provincia.

No creo en esa sociedad y se lo digo como opositor a Storani y Moreau. Esa sociedad es un invento destinado a desacreditar al partido y hacerlo perder su perfil opositor. No obstante durante la década del noventa la pérdida de vocación de poder del radicalismo resulto funcional al justicialismo.
Pero no creo en ninguna sociedad de tipo espurio entre estos dirigentes y la estructura duhaldista de la provincia de Buenos Aires. Sí es cierto, que algunos miembros del Grupo Olavarría se han involucrado en la interna del justicialismo. Primero aparecían como satélites de López Murphy, ahora aparecen como satélites del peronismo, y pareciera que están más preocupados por la suerte que correrán en sus distritos que por la suerte del los habitantes de la provincia en general. Para cambiar estas posiciones se requiere diálogo, confrontación de ideas, argumentos, para que todos sepan que es lo que cada uno propone sinceramente y detrás de qué proyecto está.

Hay una falta de dirigentes de renombre, como en su momento lo fueron Balbín, Larralde, Lebenshon y el propio Alfonsín, que eran escuchados y respetados ¿Cuánto influye esto en las divisiones internas del radicalismo?

Hay una crisis de liderazgo y no hay dirigentes que interpreten y contengan a toda la Unión Cívica Radical. Hay que hacer un mayor esfuerzo para generar las condiciones que permitan el surgimiento de nueva dirigencia capaz de conducir este proceso crítico.


¿Cree que hubo algún trabajo previo para desacreditar a los partidos tradicionales?

Desde 1930 nosotros venimos escuchando un discurso antipolítico y los partidos políticos son instituciones fundamentales de la política. Todavía existen en la sociedad algunos espacios con una cultura antidemocrática y antipolítica.
Hay otros fenómenos que agravan la situación, como la globalización, el fin de la Guerra Fría y la revolución mediática. Todas estas circunstancias han operado debilitando la política de los estados nacionales. Ello deteriora la capacidad de acción de la política y se desprestigian sus instituciones. También hay campañas deliberadas de la derecha para desacreditar a los partidos populares. Pretenden restarles capacidad de influencia sobre la sociedad.

Durante la interpelación al Jefe de Gobierno porteño por la tragedia de Cromagnon, una madre increpó a Ibarra planteando que lo que pasó le hubiera sucedido a cualquiera, que él era una circunstancia y que la culpa la tenía la política por corrupta ¿Cómo se tiene que trabajar desde los partidos políticos, para que la sociedad vuelva a creer en ellos?

Esa es una generalización injusta, poco racional, que se puede comprender en ese caso por sufrir un dolor tan grande.
Hay que hacerle comprender a la sociedad que si la mala política resulta nociva, es más nocivo la ausencia de la política, la falta de partidos políticos, de sindicatos, la prohibición del debate y la deliberación pública, el ataque a las libertades democráticas.
Todo ello sin perjuicio de reconocer que es necesario introducir cambios sustanciales en las formas de hacer política. Hoy la política, como actividad de los sectores populares para organizar la sociedad, está en crisis: no está en condiciones de responder a las necesidades de la sociedad, como consecuencia de los fenómenos a los que aludía antes.( globalización, fin de la Guerra Fría, etc.)
Lo que deberíamos es definir una nueva manera de hacer política, que tenga en cuenta estos cambios importantes que se han producido en el mundo. Creo que dos estrategias fundamentales para recuperar el poder que nos ha expropiado el mundo de las megacorporaciones económicas y financieras, tienen que ver con la unidad nacional y con la unidad supranacional, con acuerdos entre países, que permitan definir estrategias supranacionales comunes para pulsear con los otros países poderosos de la tierra, desde una relación de fuerza diferente.
El MERCOSUR es el camino, hay que ampliarlo si queremos recuperar la capacidad de la política para organizar a la sociedad. Tal vez el camino sea latinoamericanizar los Estados, modificar sustancialmente y en forma rápida las actuales situaciones nacionales desde un país, me parece bastante difícil.

¿Cómo ve el gobierno de Kirchner?

A un año y medio de gestión, la sensación es ambivalente. Por un lado, aprobamos algunas políticas aplicadas en relación a la Corte Suprema, a los derechos humanos, a las relaciones internacionales, la afirmación del MERCOSUR y la independencia discursiva con relación a los Estados Unidos en el caso de Irak. Aprobamos la firmeza que se tiene frente a las empresas que fueron concesionadas en la década del noventa.
Pero también es cierto que podemos criticar la despreocupación por parte del gobierno en la Educación. Podemos criticar la política en materia de seguridad. También podemos criticar el hecho de que no se modifica un sistema impositivo tributario que es uno de los más regresivos de la tierra, ni tampoco está en debate la distribución de la riqueza: hoy en día los trabajadores se llevan menos dinero de la torta salarial que en el 2001.

Se comienzan a escuchar voces de protesta, como la de Víctor De Genaro ¿Siente que el Presidente tiene un doble discurso?

No me atrevería a decir eso. Prefiero pensar que a veces la realidad, los condicionamientos, las limitaciones lo obligan a actuar de manera diferente a la que desde el discurso uno podría suponer.

En este gobierno hay dirigentes que han sido parte del menemismo, además el justicialismo, también ha causado grandes males al país ¿Por qué la sociedad no castiga tanto al justicialismo, como al radicalismo?

El radicalismo es como las minorías raciales, no basta que sea bueno sino que tiene que ser algo más que bueno todavía. La sociedad al justicialismo le tolera más cosas. No me molesta que se tolere poco al radicalismo, pero me preocupa que no sea igualmente duro con el justicialismo, pero no por el radicalismo, sino por el país. Tal vez la sociedad del radicalismo espera más, entonces se lo perdona menos.

¿No teme que las elecciones de octubre den un triunfo al oficialismo y lo catapulten como partido único en Argentina, al estilo del PRI mexicano?

Se puede dar una relación hegemónica más, que perjudicaría a la propia sociedad. Por ello creo que los argentinos actuarán con la inteligencia necesaria para evitar situaciones de esa naturaleza.

Nos decían hace poco, que la diferencia entre el peronismo y la centroizquierda, es que el peronismo no busca legitimarse ante la sociedad por cada hecho que ocurre y la centroizquierda sí ¿Usted cree que Ibarra está buscando legitimarse ante la ciudadanía, después de la tragedia de Cromagnon?

Es indudable que es lo que busca. La situación de Ibarra es sumamente compleja. La primer reflexión, es que durante la década del noventa se destruyó al Estado, y su función de control está sumamente deteriorada.
La convocatoria que hizo Ibarra no es necesaria porque salvo algún sector de la oposición, como el macrismo que reaccionó de formar similar a la de Aznar después de Atocha, nadie trata de obtener un rédito político del episodio. Nadie pretende que Ibarra abandone el Gobierno. Lo que queremos es que se investigue en la Justicia, qué ha pasado, quiénes son los responsables y se llegue hasta las últimas consecuencias.
Si Ibarra sentía que estaba en juego su legitimidad podría haber convocado a un plebiscito no vinculante. Afirmando que si resultaba negativa la consulta, renunciaría.

¿No es llamativo que un gobierno de centroizquierda y cuyo discurso se acentúa en el papel fundamental del Estado, no tenga un Estado preparado para estas tragedias?

La diferencia entre la izquierda y la derecha como consecuencia de la globalización económica se relativiza en los límites de los estados nacionales. El margen de maniobra que queda es muy estrecho. Las izquierdas deben luchar para apoderarse del Estado Nacional en el marco de una estrategia más ambiciosa que tiene que ver con la posibilidad de influir en el orden internacional.

¿Termina siendo funcional a la derecha?

No lo sé. Pero a veces quienes desde posiciones progresistas, luchamos por el Estado Nacional, sin comprender el fenómeno de la globalización, de la revolución conservadora, el fin de la Guerra Fría, las megacorporaciones transnacionales, etc, no advertimos la verdadera naturaleza de la crisis de la política como actividad de la sociedad encaminada a autorganizarse de manera democrática. La experiencia de la impotencia de la política es mas visible en los niveles nacionales del Estado.

¿Hay cierto paralelismo entre Ibarra y Kirchner con lo que acaba de pasar en Ezeiza? Al desaparecer el Estado y entrar las empresas privadas pasan estas cosas. Obviamente no es lo mismo 193 muertos que 60 kilos de cocaína.

Pudieron haber sido explosivos. Estas son las consecuencias de las políticas de hostilidad y prejuicios contra el Estado. Durante la década pasada se desguasó al Estado. Sus funciones de control también fueron afectadas. Se arrojó al bebé junto con el agua sucia. Como decía alguien, en realidad, arrojamos al bebé y nos quedamos con el agua sucia.

¿Usted además de la globalización, cree que haya una decisión politica o una falta de capacidad para gobernar que hacen que sucedan hechos como el de Cromagnon o el de Ezeiza?

Falla la gestión sin ninguna duda. Cómo puede ser que la causa por el narcotráfico de cocaína esté abierta desde septiembre y recién en febrero la superioridad toma conciencia del problema. Allí falló toda la conducción de la Fuerza Aérea y la línea política del gobierno.

Ante estos hechos ¿hay una creencia en los dirigentes políticos que gobernar es llegar y listo?

Los dirigentes son conscientes de los problemas que tienen que enfrentar, pero no se hace pública la crisis de la política. Existe una crisis de potencia para ordenar a la sociedad de manera democrática. Ignacio Ramonet relata la vida de un tirano magnífico, que vivía en su palacio dando órdenes permanentemente. Un día descubre que sus órdenes nadie las obedece, se han transformado en ruidos sin sentido. Comprende entonces, que el poder lo abandonó. A veces nos pasa eso, nos embarcamos en campañas electorales, nos enfrentamos en duras campañas electorales. Y cuando llegamos al gobierno, después de ganar las elecciones, comprobamos que el poder ya no está allí, o ya no está en la medida que suponíamos.
La gran deuda de la política tiene que ver, además de la corrupción y las prácticas clientelistas, con la impotencia y la incapacidad para transformar a la sociedad. No ha sabido la política definir una estrategia para recuperar la capacidad de maniobra y transformación en forma sustancial. La estrategia a seguir tiene dos puntos importantes para mí. Primero hay que lograr la unidad nacional. Grandes acuerdos entre los partidos que piensan igual, no enfrentarse y confrontar entre ellos de manera irracional. Y segundo, un progreso o avance en la construcción de procesos de integración supranacional.

Siendo Diputado Nacional ¿cómo trabar acuerdos con líderes como Elisa Carrió, que se fue del radicalismo y habla mal de él o con Claudio Lozano, reconocido economista de la CTA, pero que rehuye a los radicales? Los tres quieren representar al mismo sector ideológico.

Primero debe sincerarse ideológicamente cada partido. La Unión Cívica Radical, debe aparecer claramente ante la sociedad como un partido de centroizquierda, vinculado a los intereses populares, que lucha por el bienestar social y por la defensa de las libertades y la igualdad. Cada uno de los partidos debe sincerarse en este sentido. Deben quedar claro los intereses que quieren representar y cuál es la idea acerca de la sociedad por la que se quiere luchar. Una vez hecha esta tarea en el seno de cada partido - admitiendo previamente el déficit o la crisis de potencia por la que atraviesa la política - creo que podemos comenzar a conversar.
No hablo de eliminar identidades. Pero es necesario que dialoguen quienes piensan parecido y debemos lograr consensos en torno a valores básicos y esenciales.
Porque la competencia entre quienes queremos representar los mismos intereses, produce irresponsabilidad en la competencia y genera inflación de demandas y propuestas.
Creo que partidos políticos populares, divididos y confrontando entre sí, nunca lograrán modificar la relación de fuerza que existe hoy en día, favorable a los intereses vinculados a la derecha.

En los años ochenta, los partidos populares realizaban congresos donde elaboraban documentos de gran relevancia, hoy las fundaciones producen "papers" realizados por técnicos que responden a la demanda del poder económico ¿Es necesario volver a realizar esos congresos?

Yo creo que no podemos seguir haciendo política como en años anteriores. Tenemos que definir nuevas formas de acción politica. Nosotros no podemos seguir siendo maquinarias electorales solamente.Tenemos que asegurarle a la sociedad que tenemos capacidad de gestión, que estamos en condiciones de resolver los problemas de la ciudadanía. Es necesario crear fundaciones partidarias. Si acudiéramos a las universidades, a los espacios públicos de conocimiento y convocáramos a muchos de los que allí trabajan, garantizándoles la productividad de su esfuerzo, seguramente nos responderían de manera positiva. Necesitamos recursos económicos, que podrían surgir de los propios Legisladores.
Nosotros hemos propuesto que los Legisladores no designen más asesores. Que lo haga el partido, reclutar en las Universidades, para formar una fundación con 70 u 80 técnicos que estén trabajando 3 ó 4 horas por día, para elaborar programas, para hacer control de gestión, para identificar los problemas, formar opinión, escribir artículos, etc. Esta fundación debe servir como asesoramiento no sólo a los Legisladores, sino también a los Intendentes y a los Concejales. Como contraprestación, los Legisladores, en vez de contratar asesores "particulares", le pagarán a los designados por la institución partidaria.
Además esto rompería con cierto clientelismo político... y agreguemos que algunos asesores no cumplen tal rol.

Conociendo que hay un radicalismo y un peronismo de izquierda y de derecha. ¿Ud. apunta a trazar una línea divisoria más en lo ideológico que en lo partidario?

Yo creo que sí, hay que trazar una línea que pase por lo ideológico. Los partidos tienen hoy una ideología muy difusa, tienen que ser más específicos ideológica y sociológicamente. Cuando digo que los partidos puedan hallar consensos básicos fundamentales incluyo al peronismo, siempre y cuando adhiera finalmente a posiciones progresistas. Hoy es muy difícil definir la identidad del peronismo, no sabemos si es Menem, Kirchner, Duhalde o Rodríguez Saa.
Pero hay partidos con los que nosotros podríamos conversar de manera muy natural. ¿Qué hace que estemos enfrentados el Socialismo y nosotros? ¿Qué hace que el propio ARI tenga con nosotros una relación de confrontación tan dura como la que tiene? Sino la inmadurez de alguna dirigencia.

Lo llevo atrás en el tiempo ¿Qué esperaba de su padre como Presidente?

Esperaba lo que se dió. Consolidar las instituciones de la Democracia. Lograr que la sociedad conociera qué había pasado durante los años del Terrorismo de Estado. Incorporar a la cultura argentina, valores más democráticos, resistir las presiones que existían desde el poder económico para privatizar y desguasar al Estado.
Pero me parecía que iba a ser imposible dar respuesta a todas las demandas que se iban a desatar una vez que comenzara a funcionar la democracia, y que esto iba a terminar desestabilizando y generando una crisis de gobernabilidad muy seria, para lo que a mi juicio fue el mejor gobierno de 1983 a la fecha.
Reivindico el Juicio a las Juntas con las limitaciones que las circunstancias imponían, el Congreso Pedagógico, el hecho de que no se extranjerizara la banca, el hecho de que no se flexibilizara el mercado laboral, de que no se privatizara la seguridad social.
Creo que debíamos haber dado en ese momento, cuando la sociedad estaba más dispuesta a escuchar un debate, una discusión acerca de la necesidad de fortalecer las instituciones de la política para los tiempos venideros. Ante la ausencia de este debate, quizá no se tomaron algunas medidas que nos permitieran estar hoy en mejores condiciones desde la política, para enfrentar todos estos fenómenos.

¿Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida sancionadas por aquellos años, fueron acertadas?

Sin duda. Cualquier persona con dos dedos de frente, que quiera analizar la realidad, sabe que no había otra cosa para hacer.
El poder militar de turno limitaba la capacidad de acción del gobierno. Frente al fenómeno de la violación de los derechos humanos, teníamos que consolidar la Democracia hacia adelante. Hicimos lo que no se hizo en ningún lugar del mundo, en ningún momento de la historia. Hay quienes todavía, se manifiestan insatisfechos frente a lo que se hizo. Me indigna que se manifiesten insatisfechos algunos hombres del justicialismo, que en aquellos tiempos decían que no se podía hacer nada, porque había una ley de autoamnistía - dictada por la propia dictadura - que consideraban "constitucional". Veinte años después se colocan en críticos de lo que se hizo en la década del ochenta, como si ellos en esa época no hubieran mantenido las posiciones que mantuvieron.

¿Qué le parece positivo y negativo de Elisa Carrió?

Lo positivo de Elisa es su inteligencia, y lo negativo, el hecho de que se sienta la dueña de la verdad.

¿De López Murphy?

Lo negativo que es un hombre que involucionó de posiciones de centroizquierda a derecha. Lo positivo que se fue del radicalismo

¿Néstor Kirchner?

Lo negativo que acompañó a Menem durante la década del noventa y lo defendió, lo positivo que se arrepintió.

¿Eduardo Duhalde?

Lo negativo, el acompañamiento a Menem y la gestión de gobierno en la Provincia de Buenos Aires. Positivo, que pudo con el cargo después del 2001. Actuó con responsabilidad.

¿Carlos Menem?

Sus políticas son la segunda década infame de la Republica Argentina. Lo positivo... que haya sido respetuoso de las reglas de juego de la democracia en términos de la libertad de expresión.

¿Raúl Alfonsín?

Una referencia moral. Su desinterés por lo material. Su tolerancia. Siempre nos decía que hay que potenciar lo bueno. Su vocación de servicio, de lucha, de sacrificio, que a veces lo llevaron a sacrificar a su propia familia. Esas son cosas que rescato de él, como hijo. Es la enseñanza que más le agradezco.

En caso de ganar la interna ¿aspira a que el radicalismo afiance su perfil de centroizquierda?

Sí, por supuesto. Pero antes de que ganemos la interna. Considero que se trata de una cuestión ética. Para mí la ideología es la consecuencia en definitiva de la adopción de posiciones morales. La línea que divide la izquierda de la derecha es una línea de naturaleza moral. Los valores que están a la izquierda, son la solidaridad, el altruismo, la generosidad, el sentido de pertenencia, la sensibilidad y todos estos valores nos obligan a luchar por los sectores más débiles, por los desposeídos como decía Leandro Alem. No se trata de nada extravagante.
A mí me preguntan a veces qué tipo de sociedad es la que me gustaría para Argentina y respondo que la familiar. En la familia, no se abandona al más débil, no se distribuyen de manera injusta los recursos, no se le dice a uno de los hijos "vos vas a ir a la universidad y vos no". En la familia existe sentido de pertenencia, se ayuda a aquel que tiene menos oportunidades. En definitiva, así quiero organizar la sociedad. Ahora en política a esto se lo llama de izquierda. Si es así, creo en la superioridad moral de la izquierda.

¿Cuánto tiempo puede llevarle a la Argentina construir este tipo de sociedad?

Es imposible hacer cualquier transformación política, si no hay un acompañamiento social. En la época del noventa, te decían "Menem lo hizo". No es así, lo hizo Menem porque la sociedad lo acompañó.
Necesitamos que la sociedad esté dispuesta, consciente y lúcida, para que se comprometa en el proyecto de reparación nacional y de justicia social.

Este año puede asumir como Diputado Nacional ¿Podría competir por la gobernación en dos años?

No, a mí me interesa recuperar la Unión Cívica Radical porque entiendo que la suerte de los argentinos no sería la misma si desaparece del escenario político nacional nuestro partido. Quiero trabajar para recuperar al radicalismo como un actor gravitante del escenario político nacional. Después veremos.
Lo que se necesita hoy, me parece, es más Balbín que Alfonsín. En el sentido de que Balbín después del triunfo del Peronismo, quedándonos sin gobernaciones, con pocos diputados, con pocas intendencias, se abocó a la tarea de preservar la Unión Cívica Radical. Después vino quien la llevó al poder.

¿En algunos dirigentes del radicalismo hay oportunismo?

El oportunismo es uno los males más frecuentes. Con relación a la Provincia de Buenos Aires, para poner un ejemplo, algunos miembros del grupo Olavarría, proponían dejar sin candidato a la UCR, para acompañar al que mejor anduviera en las encuestas. En una época era López Murphy, ahora es Felipe Solá, mañana puede ser otro. Ese tipo de comportamiento me resulta realmente deleznable. Eso me irrita.
Como me irrita la especulación que hacen López Murphy y Macri, para ver por cual distrito se presentan, teniendo en cuenta no las necesidades de los distritos sino los resultados de las encuestas. O la especulación que hace Carrió. Dice que el Chaco está subrepresentada y muy mal gobernada y en lugar de quedarse en el Chaco, para dar batalla por los pobres chaqueños, se viene a la Capital Federal, porque las encuestas le dan bien.
Ese tipo de especulaciones, tanto de izquierda como de derecha, me resultan insoportables.

¿Ese tipo de especulación hizo Colazo, cuando pidió la reelección de Kirchner?

Lo de Colazo es un acto reprochable desde el punto de vista de la disciplina partidaria. Debería pensar más qué es lo conveniente a largo plazo y no tanto en la coyuntura.

¿Qué opinión le merece el presidente de su partido, el Dr. Ángel Rozas?

Me merece un gran respeto. Soy amigo de él, lo quiero. Lo voté cuando confrontó con Iglesias y espero que comprenda que hay que hacer un esfuerzo grande por vigorizar a la Unión Cívica Radical, y no a sectores del radicalismo.

¿Es un presidenciable para el 2007?

Sí, puede ser, junto a otros dirigentes nacionales del radicalismo. Aún faltan tres años. Hay muchos dirigentes que están en condiciones de hacerse cargo de la gestión del Estado Nacional con mucho más éxito que Kirchner, De la Rúa y Menem.

¿Tiene intención de lanzar la línea Radicales para El Cambio en Capital?

Por ahora no. Aquí en Capital actúo mucho con Guillermo "Willy" Hoerth, pero de manera no orgánica. Veremos qué es lo que aconsejan las circunstancias.

¿Qué mensaje le daría a la sociedad?

La Unión Cívica Radical es una institución que le aportó mucho al país. La Argentina estaría mucho peor si no hubiera existido la UCR. Estoy seguro que en el futuro, si pierde gravitación el radicalismo en la politica nacional, vamos a sufrir los argentinos, en términos de libertades y de garantías individuales, pero también en términos de bienestar económico y social. Por eso, más que nunca es necesario hacer un esfuerzo para recuperar a este actor fundamental de la politica argentina. No por el radicalismo, si no por la suerte de las generaciones futuras.
Particularmente le digo a los afiliados radicales: solamente de nosotros depende el destino del partido. Si nos comprometemos con el cambio, si estamos dispuestos a reconocer errores, a trabajar por mejorar el partido como herramienta de transformación, estaremos haciéndole un servicio muy grande al país. Y los convoco a todos y les pido, que si sienten esto, trabajen para el partido.

La figura de Arturo Illia

Por Hugo Gambini (La Nación)

Hace cuatro décadas,secundado por un eficaz equipo económico, el político radical llegaba al poder. Criticado por la prensa,resistido por un sector del peronismo y los militares, su gobierno terminaría derrocado a pesar de sus logros.


Una de las falacias que enriquecieron nuestro anecdotario político fue la que justificaba el derrocamiento de Arturo Illia por su escasa representatividad electoral y su supuesta inoperancia en el Gobierno. Se repetía que los votos en blanco lo habían superado en las elecciones y no era cierto; se le enrostraba falta de aptitudes y luego se demostró que había sido uno de los gobernantes más honestos y eficientes de las últimas décadas.
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Illia no entró por la ventana. A pesar de que seguía vigente la absurda proscripción del peronismo y de que éste aún se manifestaba a través del voto en blanco, en esa elección de 1963 la cantidad de sobres vacíos no pasó del 18 por ciento, mientras que Illia superó el 25. (Hoy sería un punto por encima de Menem y tres más que Kirchner).
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Regía la vieja Constitución del 53 y se necesitaban 239 votos en el colegio electoral. Illia contaba con los 170 electores de la UCR del Pueblo; Oscar Alende, con los 107 de la UCRI; y Pedro Eugenio Aramburu, con los 75 que sumaban Udelpa y el Partido Demócrata Progresista. Salvo Alende -que intentaba negociar sus electores-, el resto de los partidos (demócratas cristianos, conservadores, socialistas, neoperonistas y agrupaciones provinciales) ofrecieron su apoyo espontáneo para consagrarlo Presidente. Así, a los 64 años, Illia fue legitimado por la mayoría absoluta del colegio electoral y el 12 de octubre de 1963 juró ante la Asamblea Legislativa.
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Sobre su tan mentada lentitud e inoperancia administrativa -se lo identificaba como una tortuga-, veamos el saldo de su gestión. En tres años de gobierno, Illia logró superar la dura recesión heredada con una política de corto plazo que volvió a poner en marcha el crecimiento. Durante 1964, el PBI aumentó en un 10,3 por ciento y, al año siguiente, fue del 9,1. Ese incremento acumulado de un 20,3 en apenas dos años implicaba una extraordinaria cantidad de bienes y servicios adicionales puestos a disposición de la sociedad.
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La actividad de las industrias manufactureras, que representaban entonces la tercera parte del PBI (la producción agropecuaria era un sexto), registró un aumento del 18,9 por ciento en el primer año y del 13,8 en el segundo. O sea que, en dos años, la producción industrial subió el 35,3 por ciento (más de una cuarta parte). De este modo la industria, que en 1961 había logrado una participación máxima en el PBI con el 31,9 por ciento, superó ese coeficiente en 1964 con el 32,5 y alcanzaría en 1965 un récord del 33,9 por ciento.
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Estas cifras no son las de una administración precisamente inoperante. Comparándolas con las de la gestión inmediatamente posterior, la tortuga habría resultado mucho más veloz que las liebres que la sucedieron.
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Sin dilaciones
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El eficaz equipo económico de Illia tenía nombres y apellidos. Bajo la capitanía de Eugenio A. Blanco se alineaban Roque Carranza, Félix Elizalde, Bernardo Grinspun, Alfredo Concepción y Carlos García Tudero. Cuando falleció Blanco, el ministerio de Economía pasó a manos de Juan Carlos Pugliese.
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Fueron ellos quienes impulsaron la actividad dinámica de la industria manufacturera y los que lograron aumentar las exportaciones de 1200 millones de dólares en 1962 a 1500 millones en 1965, con un récord de 877 millones en el primer semestre de 1966. Fueron ellos quienes disminuyeron la deuda externa de 3390 millones de dólares en 1963 a 2650 millones en 1965, sin necesidad de tocar las reservas de oro y divisas guardadas en el Banco Central ni de pedir préstamos al Fondo Monetario. También fueron ellos los encargados de sanear el presupuesto nacional, que venía carcomido por un déficit del cincuenta por ciento del gasto total y con varios meses de atraso en el pago de sueldos.
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Estamos hablando de un staff respaldado por un presidente que tuvo la valentía, para esa época, de iniciar las exportaciones de trigo a China comunista, cuando no existían relaciones diplomáticas ni consulares con ese país. Ni siquiera las tenía Estados Unidos. No obstante, para Illia no hubo misterios ni dilaciones: "Diversificamos nuestros mercados comerciando con todos los países del mundo, sin reticencias de ninguna naturaleza", explicó con total sencillez.
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La racionalidad y el correcto manejo de las cuentas públicas hizo que aquella administración se caracterizara por un sentido profundamente ético de la acción de gobierno, sin que se conociera un solo caso de corrupción administrativa. Era su obligación, por cierto, pero, visto a la distancia, éste sería un fuerte rasgo de distinción en la historia argentina del siglo veinte.
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Sin embargo, el gobierno de Illia no tenía buena prensa. Menospreciando el creciente poder de las comunicaciones, el punto más vulnerable -y pareciera que incurable- del radicalismo, el presidente se jactaba de no gastar un solo peso de los contribuyentes en publicitar sus actos de gobierno ni en intentar personalmente convencer a nadie de la bondad de su gestión administrativa. Pensaba que el pueblo se daría cuenta solo de las bondades de su administración y se quedó encerrado en esa terrible ingenuidad, frente a un adversario de la magnitud política del peronismo.
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Es que en su primer viaje por Europa, Illia había visto de cerca el apogeo de los regímenes totalitarios de Hitler, Mussolini, Franco y Stalin y, por su acendrada vocación democrática, le aterraba pensar en la manipulación informativa. Eso explica -pero no justifica- su aislamiento de los hombres de prensa, su falta de diálogo con los medios, la subestimación de una oficina encargada del área informativa que, aunque no hubiese podido frenar la marcha golpista, habría servido para neutralizar los efectos mediáticos del Plan de Lucha de la CGT iniciado en febrero de 1964.
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En apenas dos meses se produjo la toma de diez mil fábricas y talleres. Mientras la población asistía impávida a esa descontrolada gimnasia sindical -estimulada desde los comandos militares-, la conspiración castrense programaba la toma del poder. Su complicidad con el ámbito gremial tendría un alto precio: el traspaso de las obras sociales a los sindicatos, un negocio para los bolsillos de sus dirigentes. Detrás de todos ellos se maquillaba un presunto estadista, el general mesiánico Juan Carlos Onganía.
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La sensación de que el gobierno estaba a la deriva mientras el país se sumergía en una grave crisis social se fue extendiendo cada vez más y ya nadie tendría dudas de que Illia era una tortuga. Fue en ese marco que llegó el presidente Charles de Gaulle -a principios de octubre de 1964-, cuya visita sería aprovechada por el peronismo para identificarlo con su líder y organizar manifestaciones callejeras al grito de "¡Bienvenido General!", como expresión reivindicatoria del jefe de ese movimiento.
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Dos meses después, a Perón se le ocurre volver de su exilio madrileño, pero por pedido del gobierno argentino es detenido en Brasil y debe regresar a España. Es ésta una nueva y muy dura crítica al gobierno de Illia, quien a pesar de todo le estaba cumpliendo al secretario general de la CGT, José Alonso, la promesa de ir eliminando la proscripción. Y a tal punto lo hizo que el peronismo ganó las elecciones de diputados nacionales en marzo de 1965 a través del partido Unión Popular, al obtener 2.848.000 votos contra los 2.600.000 de la UCRP.
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Al año siguiente Perón envió al país a su tercera esposa con instrucciones precisas para desmontar el liderazgo local de Augusto Vandor -al que él no toleraba- y debilitar al sector neoperonista, que había logrado integrarse al mecanismo democrático a través de un bloque de 52 diputados que cumplían pacíficamente con su labor. Temeroso de perder el control, el líder no quería saber nada ni con Vandor ni con los neoperonistas; no le interesaba la estabilidad del sistema.
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Aún con sus notorias limitaciones, Isabelita contribuyó en sus recorridas a movilizar a una militancia que producía durísimos enfrentamientos con el Gobierno, lo que agudizaba el deterioro de su imagen. Dentro de la amplia libertad de expresión que imperaba en todo el país, algunos medios se hacían eco de las críticas más despiadadas
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En Primera Plana
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Los radicales siempre se sintieron víctimas de una campaña orquestada para derrocarlos y tal vez tengan razón, pero a mí me tocó navegar dentro del buque de guerra que más bombardeaba al gobierno y aun así tengo una visión diferente. Habiendo integrado la inolvidable redacción de Primera Plana y conocido muy bien a todos sus tripulantes -sobre todo a la oficialidad-, me atrevo a afirmar que la artillería descargada contra Illia respondía más a una actitud de soberbia y de inmadurez profesional que de intención conspirativa. Es que en aquella brillante revista se respiraba el típico aire de superioridad que suele prevalecer en los medios exitosos y que suele obnubilar a los periodistas, haciéndonos creer muchas veces que somos más importantes que los protagonistas de los sucesos. Fui testigo de ese esnobismo enraizado en Primera Plana, donde una generación de intelectuales que sobresalían por su talento -y a quienes les agradezco el haber recibido una formación profesional de primera calidad- era envidiada por todos los colegas. En ese ámbito, naturalmente Illia debía ser fácil motivo de burlas y su gobierno objeto de constantes impugnaciones, aunque estuviera resolviendo la construcción del complejo Chocón-Cerros Colorados, aunque se negase a enviar tropas a Santo Domingo como quería Estados Unidos, aunque implantara el salario mínimo, vital y móvil, aunque defendiera el Estatuto del Docente y aunque destinara la cuarta parte del presupuesto a la educación. Nada de eso parecía meritorio. Resultaba más divertido ironizar con la esposa del presidente y producir una nota tilinga sobre los modestos hábitos de vida matrimoniales en Cruz del Eje.
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Nunca olvidaré que la única opinión disonante era la de Osiris Troiani, de quien se mofaban porque defendía a Illia. Hasta que en una fuerte discusión levantó la voz: "¿Ustedes no se dan cuenta de que están serruchando la rama del árbol donde están sentados? ¡Después que lo echen a este viejo, los fascistas van a venir aquí a cerrar esta revista!". Osiris, que se había iniciado en el oficio durante los años nefastos de la mordaza peronista, sabía de qué hablaba. El tiempo le daría la razón.
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Cuando las críticas se hicieron feroces y las águilas guerreras comenzaron a sobrevolar la casa rosada, ya no hubo retorno. A los generales golpistas no les importaba que el presupuesto, del cual ellos dependían, volviera a estar equilibrado, ni que la economía exhibiese una sólida recuperación. Tampoco les interesaba a los sindicalistas que el sector laboral, razón de ser de ellos mismos, tuviera pleno empleo y que recibiera más del cuarenta por ciento de la distribución del producto bruto interno. Era más fuerte la idea de que el gobierno no servía para nada y de que la tortuga debía ser reemplazada por un león, "un jefe de Estado con energía", como preanunciaban los analistas de entonces.
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La proscripción del peronismo en el origen de aquel Gobierno le servía de pretexto a la alianza militar-sindical para descalificarlo. Pero era una excusa perversa, pues el golpe de Estado del 28 de junio de 1966 se haría finalmente para impedir las elecciones en la provincia de Buenos Aires, donde el peronismo hubiese podido ganar la gobernación y ampliar su bloque parlamentario, terminando de reintegrarse pacíficamente al sistema. Era lo que buscaba Illia. Su desalojo, en cambio, cerró los caminos, acunó a la guerrilla con sus asesinatos y generó la feroz represión que todos conocimos. La primera víctima fue Aramburu; le siguieron Vandor y Alonso. Después vino todo lo demás.
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Hoy la figura de Illia emerge de las tinieblas de nuestra historia política como un punto de referencia indiscutible. Todos terminarían pidiéndole disculpas, desde los militares que lo destituyeron hasta los periodistas que lo difamaron. Me enorgullezco de haber estado entre los pocos que lo defendían, aunque sin ser escuchado. Para cerrar esta nota vendría de perillas una frase con la que Troiani apostrofó a sus colegas cuando Onganía mandó clausurar Primera Plana y nos quedamos todos sin trabajo. Pero ésa es irreproducible.


Nota: Copyright La Nación.

24.2.05

Elpidio González, el asceta de la política


Por Diego Barovero

Los memoriosos recuerdan aún esa figura casi patriarcal, pequeña y encorvada, de larga y canosa barba, que parecía de esos ancianos del Antiguo Testamento y que con su valija de corredor de anilinas recorría la ciudad para ganarse dignamente el pan.

Era frecuente encontrarlo en la Avenida de Mayo y Chacabuco, en la desaparecida Confitería "La Victoria" saboreando una cerveza tirada en un alto de su actividad de corretaje.
Se llamaba Elpidio González y era una leyenda política. Había tenido una diltada trayectoria política y había sido uno de los protagonistas principales de los tres lustros de gobiernos radicales y había pagado caro su lealtad a la República y a su partido durante la llamada Década Infame.
Elpidio González nació en Rosario el 1 de agosto de 1875 y era hijo del coronel Domingo González y Serafina González. Cursó sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal, egresando del Colegio Nacional de Rosario con el título de bachiller. Posteriormente se trasladó junto con su madre a la ciudad de Córdoba, ingresando a la Facultad de Derecho local cursando hasta el quinto año de la carrera de abogacía sin concluirla.
De muy joven ingresó a las filas de la Unión Cívica Radical y su primera actuación relevante en el terreno político se produjo durante la revolución radical del 4 de febrero de 1905, comandando un pelotón revolucionario. Tras la derrota del movimiento, conoció por primera vez en su corta vida la cárcel por razones políticas.
Sancionada la llamada "Ley Sáenz Peña", la Convención provincial de la UCR lo proclamó candidato a gobernador de Córdoba con vistas a las elecciones de 1912. El tribuno renunció a la postulació en forma indeclinable, perfilándose ya entonces su estilo austero y ascético. Fue proclamada entonces la fórmula Amenábar Peralta-Vaca Narvaja. Elpidio, no obstante su declinación, participa activamente de la campaña electoral forjando una fuerte relación con el líder Hipólito Yrigoyen. Esa campaña radical contaba también con dos figuras emblemáticas: el payador Gabino Ezeiza y el "cura gaucho" Gabriel Brochero. Los conservadores cordobeses del Partido Demócrata derrotan a los candidatos radicales.
El 20 de marzo de 1916 se reunió la Honorable Convención Nacional de la UCR con el propósito de consagrar a los candidatos a presidente y vicepresidente de la Nación. El binomio elegido es integrado por Hipólito Yrigoyen y Pelagio Luna. Luego de reiteradas renuncias del caudillo, finalmente los convencionales y dirigentes partidaruios consiguen convencerlo de aceptar el estandarte radical en los primeros comicios nacionales celebrados bajo el imperio de la ley que asegura el voto universal, secreto y obligatorio.
En las elecciones celebradas el 2 de abril de 1916 triunfan los candidatos radicales, Elpidio González ha sido miembro del Colegio Electoral cordobés y en esas condiciones le corresponde el honor de sufragar por el binomio Yrigoyen-Luna. También ha resultado electo diputado nacional, pero no llega a cumplir su mandato legislativo ya que renuncia antes de 12 de octubre toda vez que Yrigoyen lo ha convocado para conducir la cartera de Guerra.
Como ministro de Guerra desarrolla una importante labor fundamentalmente de reorganización administrativa. Reunía en su condición de ministro las facultades de Inspector General del Ejécito, y además en materia de contaduría y administración dispuso que las unidades militares recibieran las raciones en especie y no el importe en efectivo del costo de las mismas, como una manera de evitar desviaciones presupuestarias.
Asimismo, dispuso la reducción de gastos del ramo unificando unidades militares, lo cual motivara una interpelación de dos días en enero de 1917 en la Cámara de Diputados en la que rindió satisfactoria cuenta de lo realziado al respecto.
Renunció al cargo ministerial en setiembre de 1918 siendo sucedido por el Dr. Julio Moreno.
El Presidente Yrigoyen lo convocó para una función de alta complejidad: la Jefatura de Policía de la Capital Federal. Era enero de 1919 y asomaba una crisis de tremendas consecuencias políticas y sociales, producto de los sucesos del 4 al 7 de ese mes, y que daría en llamarse "La Semana Trágica".
Los Talleres Metalúrgicos Vasena se encontraban en huelga y sus plantas de San Cristóbal y Nueva Pompeya se hallaban sitiadas por elementos pertenecientes a la Fderación Obrera Regional Argentina (FORA) del V° Congreso, propulsor de la violencia y la acción directa en el campo sindical.
Con el propósito de quebrar la huelga que paralizaba la actividad del establecimiento con sus consiguientes consecuencias económicas negativas, los propietarios con el apoyo de los núcleos empresarios y políticos de la reacción recurren a la contratación de personal que suplante a los huelguistas, los cuales al pretender ingresar al local son atacados a tiros por los activistas. Se desata entonces una represión feroz y los episodios arrojan un saldo de muertos y heridos de ambos bandos.
El presidente Yrigoyen instruyó a Elpido para que estableciera contactos con dirigentes de la FORA IX° Congreso, que era una escisión del anterior que no propiciaba la violencia como medio político. El Jefe de policía se reunió con Sebastián Marotta, secretario general de la entidad gremial y sentaron las bases del acuerdo: en las siguientes 24 horas la empresa Vasena aprobaría las mejoras solicitadas por los obreros y el gobierno dispondría la libertad de los detenidos por los disturbios. Como contrapartida, deberían desalojar el establecimiento ocupado.
Lamentablemente, el plenario de la agrupación sindical rechazó de plano las seguridades brindadas por González y decidió la continuidad de la huelga. Elpidio se hizo presente entonces en la misma sede de los talleres, procurando agotar la vía del diálogo y evitar consecuencias sangrientas, pero su autoridad fue desconocida por los manifestantes y fracasó su gestión. Debió retirarse casi escapando del lugar ya que los más exaltados volcaron e incendiaron su vehículo oficial ocasionando la muerte del custodio subteniente Antonio Marotta.
La crisis llegó a su cenit cuando la patronal decidió recurrir a los matones profesionales y grupos de acción directa emparentados con lo más rancio de la reacción política local que produjeron verdaderos "poogroms" en la ciudad de Buenos Aires, desatando su furia antisemita y xenófoba; lo que fue respondido con mayor violencia de parte de los sectores más combativos del proletariado.
El presidente puso la ciudad bajo la autoridad del Ejército como garantía de orden y paz ya que la policía había sido desbordada por ambos bandos en disputa.
El jefe del acantonamiento de Campo de Mayo, el General Luis Dellepiane, modelo de virtudes castrenses sometidas a la autoridad constitucional, puso fin a la violencia y liberó el establecimiento fabril. El saldo había sido de 20 muertos y más de sesenta heridos.
Como Jefe de Policía de la Capital, Elpidio González llevío a cabo una importante obra de reestructuración de la institución.
Cabe reseñar aquí la adquisición de medios de movilidad mediante la inversión de 230 mil pesos para la incoporación de 16 camiones para traslado de efectivos, 4 automóviles cerrados para oficiales superiores y 500 equinos para la Guardia de Seguridad de Caballería y comisaría suburbanas.
También impulsó la creación de un Registro de Vecindad para una mejor vigilancia de los malvivientes.
Asimismo, promovió el dictado de normas que limitaron las reuniones públicas en las que por cualquier medio se preconizara el desconocimiento de la Constitución Nacional así como el agravio de las insignias nacionales.
Impulsó la construcción de un Sanatorio específico para el personal policial, inciativa que se haría realidad mucho tiempo más tarde.
Otra medida digna de destacarse es la creación del Certificado de Buena Conducta que se otorga por razones de trabajo a las personas que poseyeran cédula de identidad y carecieran de antecedentes penales.
Así también vale mencionar la creación de la Alcaidía de Menores en concordancia con lo previsto en la Ley 10.903 y las disposiciones de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital.
Propugnó la construcción de la Alcaidía de procesados y Contraventores en consonancia con las normas que orientaban la ciencia penal de entonces. La iniciativa no se concretó durante su gestión , sino en 1927.
El alza de los valores locativos motivó la preocupación del Jefe de Policía quien consiguió en Acuerdo de Ministros la autorización para la locación de casas higiénicas y cómodas para subalquilar a personal policial que tuviese problemas habitacionales.
La construcción del panteón policial en el cementerio de la Chacarita fue también obra de González.
Finalmente, la participación en la Conferencia Sudamericana de Policía que finalizó con el Convenio Internacional de Policía, uno de los instrumentos más avanzados de la época para la cooperación policial panamericana.
González dejó la jefatura policial el 2 de setiembre de 1921, siéndole aceptada la renuncia por decreto del PEN del 9 de dicho mes donde se le agradecen "los relevantes servicios prestados".
La renuncia tenía motivos políticos de primer orden para el radicalismo y el presidente Yrigoyen. Elpidio González debía trasladarse a Córdoba - su provincia de adopción - para intervenir activamente en el escenario político local. Ese año se celebrarían elecciones para gobernador y vicegobernador de la provincia, que hasta ese momento se encontraba en poder de los conservadores del Partido Demócrata en la persona del primer mandatario Rafael Núñez.
El 11 de noviembre la Convención de la UCR cordobesa eligió a González como presidente del cuerpo, oportunidad en que éste mocionó que se constituyera una comisión especial que debería entrevistarse con el gobernador a fin de poner en su conocimiento "que el partido Radical estaba dispuesto a ir a la lucha comicial a condición que el gobierno admitiera un control federal, pero que sin esa garantía, el partido se abstendría de participar en las elecciones". En su condición de presidente del alto cuerpo partidario, se le encomendó designar a los integrantes de la delegación - que integró él mismo - siendo recibida de inmediato por el gobernador Núñez, quien escuchó la petición de la representación radical de que se solicitara al gobierno federal la designación de un veedor del proceso electoral cordobés, de boca del propio González. Era evidente que la satisfacción de la demanda de los radicales implicaba tácitamente la admisión de la acusación de parcialidad de las autoridades provinciales a favor de los candidatos demócratas, razón por la que Núñez rechazó la petición. Frente a dicha circunstancia, el presidente de la Convención radical solicitó al gobernador el aplazamiento del acto eleccionario, recibiendo una nueva negativa del mandatario.
Frustrada la gestión de buenos oficios encabezada por González, la Convención provincial retomó la sesión que había pasado a cuarto intermedio y, enterados de la contumaz actitud del gobierno cordobés, resolvió "la abstención electoral del partido radical en toda la provincia, mientras subsistieran las actuales circunstancias".
Al día siguiente, llegó una comunicación admonitoria del ministerio del Interior al gobierno provincial que, si bien agitó el panorama, no impidió la realización del comicio programado para el 13 de noviembre en el que, sobre un padrón de 165 mil votantes sufragaron menos de treinta mil, es decir un porcentaje inferior al 20%. En esa condiciones, el Partido Demócrata obtuvo 28.917 votos adjudicándose los sesenta electores provinciales - pues la Constitución Provincial preveía un sistema indirecto a semejanza de la Carta Magna nacional -y el Partido Socialista obtuvo tan solo 599 sufragios.
El Colegio Electoral Cordobés se reunió el 17 de enero de 1922con la presencia de 56 electores y proclamó por unanimidad al Dr. Julio Argentino Roca (hijo) como Gobernador y el Dr. Félix Sarriá como Vicegobernador.
Mientras tanto, Elpidio debió retornar a la Capital de la República a pedido del presidente Yrigoyen, para hacerse cargo nuevamente de la jefatura policial a partir del 1 de diciembre de 1921. En su mensaje dirigido al personal de la repartición con motivo de su reasunción en la Jefatura, González definió de manera cabal la función policial en el Estado de derecho: "(Es) la Institución una amplia garantía para todos los derechos, como custodio del orden a base de una libertad sin ilegales restricciones, según los fundamentos que son la propia esencia de la democracia".
Continuó en el cargo hasta el 14 de marzo de 1922 cuando renunció al ser consagrado candidato a Vicepresidente de la Nación por la Convención Nacional del Radicalismo, acompañando en el binomio al Dr. Marcelo Torcuato de Alvear.
Al respecto, cabe efectuar algunas consideraciones con respecto a la significación que tuvo el mandato recibido por estos dos dignos ciudadanos argentinos y radicales por parte del presidente Yrigoyen y el gran movimiento político que ellos integraban y el que serían principales abanderados.
A fines de febrero de 1922 los convencionales nacionales de las distintas provincias fueron invitados a visitar al presidente Yrigoyen quien los recibió con gran calidez en la sede del gobierno donde escuha sus demandas y les explicita su pensamiento. Eran más de doscientos, pero el líder los recibe uno por uno y les habla del partido, de las luchas, los triunfos, las derrotas, la obra realizada y lo que aún resta por hacer...les habla de la elección y de la futura presidencia. Sus interlocutores lo escuchaban con admiración y respeto, en silencio, aguardando "la media palabra". Que no es tal, sino que es "palabra entera": "Voten a Marcelo y a Elpidio", les dijo convencido.
En efecto, el 10 de marzo de 1922 se constituyó la Honorable Convención de la UCR y elige a sus nuevas autoridades: Presidente Francisco Beiró, Vicepresidentes: Ricardo Aldao y Belisario Hernández. Al día siguiente el alto cuerpo partidario retomó la sesión con el propósito de consagrar a los candidatos a Presidente y Vicepresidente de la Nación. Tal el deseo expresado por Yrigoyen, son consagrados Marcelo T. de Alvear con 139 sufragios y Elpidio González con 102 para integrar el binomio radical.
Al aceptar en honroso encargo de su partido, dijo Elpidio González: "Inspirándome celosamente en las virtudes del esclarecido ciudadano que hoy preside la República, cuyo ejemplo democrático me considero en la obligación moral de manifestarlo, ha de constituir la norma de mi acción".
El día 2 de abril se celebraron los comicios nacionales en los que resultó triunfante la fórmula radical con 450 mil votos sobre 200 mil de la Concentración Nacional, expresión política de los conservadores.
Simultáneamente, el radicalismo cordobés preparaba un complot con vistas a derrocar al gobierno provincial e impedir que asumieran Julito Roca Y Félix Sarriá, endilgándoles el carácter fraudulento de los comicios. Según Ricardo Caballero, uno de los máximos responsables del conato revolucionario era don Rómulo Argüello, veterano dirigente de la localidad de Río Segundo y candidato a vicegobernador en las elecciones de 1919 y que contaba con la solidaridad de Elpidio González. También se encontraban implicados otros caracterizados líderes locales del radicalismo como el ex gobernador Eufrasio Loza, Deolindo Machado, Luis Molina y Eduardo Duffy, entre otros.
A comienzos de mayo de 1922, Argüello viajó a Buenos Aires con el proósito de ultimar junto a Elpido González los detalles del movimiento revolucionario que debía estallar en Córdoba el 17 de ese mes, es decir el día de la transmisión del mando de Núñez a Roca (h).
Por entonces, ningún dirigente radical podía sustraerse a la posibilidad de visitar a Yrigoyen que finalizaba exitosamente su presidencia. Concurrió Argüello a visitar al caudillo quien lo recibió cortésmente. En el decurso de la conversación, conocedor de las condiciones conspirativas del presidente, el dirigente mediterráneo le narró al presidente los detalles de la conspiración revolucionaria.
Yrigoyen lo cortó en seco y no lo dejó siquiera finalizar. Le endilgó una filípica y le ordenó que viajara inmediatamente a la provincia a desmontar el complot: "Se va Usted hoy mismo a Córdoba, adelantándose al viaje que hará mañana Elpidio González. A los amigos impacientes o inconscientes les referirá esta escena y les comunicará mis decisiones que mañana llevará el mismo".
Con este panorama, llegó González a Córdoba el 14 de mayo acompañado por sus secretarios Noble y Anchieri y el Dr. Mariano de Vedia y Mitre. Este era un notorio conservador amigo de Julio Roca (h) que le había sido presentado en la estación Retiro antes de partir a la provincia. Fue una coincidencia: uno viajaba para asistir al entronizamiento de su amigo, el otro para desalentar a sus correligionarios que pretendían impedir que asumiera. Departieron largamente durante el viaje. Al llegar a destino, se despidieron amigablemente, ante el estupor de los grupos partidarios que aguardaban a uno y a otro.
Elpidio no se reunió con el hijo del conquistador del desierto - como se especulaba - pero transmitió a los conspiradores la decisión del Presidente Yrigoyen de respetar el resultado de los comicios en los que la UVCR se abstuvo y por ende el futuro gobierno del Dr. Roca.
Los dirigentes revolucionarios cordobeses obedecieron las órdenes transmitidas y se lo hicieron saber al presidente manifestándole que "...confiando en la justicia de V.E. se evitará toda exteriorización de protesta colectiva que pudiera originar dolorosas efusiones incompatibles con la civilización política alcanzada".
El 12 de octubre de 1922 prestaron solemne juramento los nuevos presidente y vicepresidente de la Nación, a la sazón Máximo Marcelo Torcuato de Alvear y Elpidio González.
Comenzó así un nuevo gobierno constitucional que debía ser continuidad del de Yrigoyen pero que bien pronto demostró vocación diferenciadora del precedente. Las designaciones del gabinete de Alvear eran o bien ajenas al partido - como la de José Nicolás Matienzo en Interior - o bien hostiles a Yrigoyen - como los ministros militares Justo y Domecq García. Como reflejo de los nuevos tiempos, el ministerio fue mejor recibido por La Nación y La Prensa que por La Epoca, el órgano oficial partidario.
El conflicto no tardó en producirse. Al concurrir Alevar a la apertura de sesiones ordinarias del Congreso el 8 de mayo de 1923 promete "gobernar con el concurso de los más aptos...", frase que fue interpretada cabalmente por tirios y troyanos, es decir que se tendía un puente de plata a los conservadores en detrimento de los partidarios de Yrigoyen (supuestamente, los "menos aptos"). A partir de entonces, Elpidio se distanciaría notoriamente de su compañero de fórmula, por su indudable solidaridad con el ex presidente.
Posteriormente el distanciamiento se ahondó a raíz de la carta privada que González remitió a Alvear donde le expresa su malestar por la circunstancia de que no solicite autorización al Congreso para salir de la Capital ni delegue el mando en el vicepresidente en dichas ocasiones.
El intercambio epistolar entre ambos términos de la fórmula gubernamental fue la comidilla de los mentideros políticos y periodísticos - sobre todo de los más furibundamente anti-yrigoyenistas - a raíz de la desleal publicación de las misivas. Todo el episodio derivó en el definitivo enfriamiento de las relaciones entre ambos mandatarios que, hasta entonces habían estado presididas por la cordialidad y el respeto recíprocos.
Otro episodio que denota que tenor del enfrentamiento, que ya es definitivo, entre las facciones radicales ocurrió a raíz de la facultad reglamentaria del Vicepresidente de designar a los integrantes de las comisiones internas de la Cámara Alta. A iniciativa del senador por la provincia de Buenos Aires, Fernando Saguier --otrora amigo personal de Yrigoyen - el cuerpo resolvió privar de esa potestad al presidente natural del organismo y asumir por sí mismo esa facultad.
Al finalizar la presidencia de Alvear, más allá de la división del radicalismo y de la alianza entre los antipersonalistas con los conservadores y socialistas independientes para impedir el regreso de Hipólito Yrigoyen al gobierno, el pueblo le otorga a este un mandato contundente por una mayoría abrumadora de votos.
Al prepararse para asumir por segunda vez la primera magistratura de la República, don Hipólito tiene hacia Elpidio un gesto inequívoco de respaldo y reconocimiento a su inquebrantable lealtad: lo designa Ministro del Interior, asumiendo el cargo el 12 de octubre de 1928. Le esperaba una difícil labor en esa cartera, puesto que debía afrontar la conflictiva situación política e institucional de las provincias cuyanas, dominadas desde antaño por los clanes Lencinas y Cantoni. Por ende, su primera misión consiste en el envío de la intervención federal de Mendoza y San Juan con vistas a normalizarlas.
Desde el primer día de la segunda presidencia yrigoyenista, la oligarquía y sus nuevos aliados conspiraron para derrocar al gobierno legítimo y popular. Logias militares, grupos exaltados, prensa sensacionalista, políticos opositores, grupos concentrados de poder económico, todos formaban parte de la conspiración antidemocrática que se centraba en la supuesta senilidad del caudillo radical y las supuestas bajezas de su elenco gobernante, en el que a González se reservaba un lugar de crítica feroz: no le perdonaban su férrea lealtad a Yrigoyen y a la UCR durante el sexenio anterior.
En abril de 1929 se resolvió la intervención federal de las provincias de Santa Fe y Corrientes, lo que motivó un pedido de interpelación parlamentaria del ministro González en el Senado donde sobrevivía la rémora del Régimen, que además alimentaba una inquina especial contra quien fuera presidente del cuerpo durante el mandato de Alvear.
El clima político interior se enrareció sensiblemente durante ese año. Se perpetró el homicidio del caudillo mendocino Carlos Washington Lencinas y se produjo un fallido atentado contra la vida del presidente de la Nación. La crisis financiera de Wall Street influyó notablemente sobre la economía nacional, agregando un componente económico a la crisis generalizada.
En marzo de 1930 se realizan elecciones de renovación legislativa que son inteligentemente presentadas por la oposición destructiva como un plebiscito contra el gobierno del "caudillo bárbaro y senil". El radicalismo triunfa en los principales distritos del país, demostrando que no se ha evaporado el capital político que significaba la abrumadora mayoría social que llevó a Yrigoyen nuevamente a la Casa Rosada. Pero experimentó un retroceso en la cosecha de voluntades, que fue más palpable en la Capital Federal donde el novel Partido Socialista Independiente obtuvo la mayoría y la minoría fue para el socialismo tradicional. Con una visión fuertemente centralista, la derrota radical fue presentada como el apocalipsis del liderazgo yrigoyeneano.
Hacia agosto de 1930 la Ciudad de Buenos Aires es escenario de tumultos y manifestaciones contrarias al gobierno de Yrigoyen. Las Facultades de Medicina y de Derecho son focos de activismo opositor. El 31 de agosto en la inauguración de la exposición de la Sociedad Rural Argentina, el ministro de Agricultura Juan B. Fleitas quien concurre en representación del presidente, es recibido con una terrible rechifla y gritos de "Muerte al Peludo!". La protesta ha sido cuidadosamente organizada, con distribución de silbatos entre los asistentes.
El 2 de setiembre se precipitan los hechos. El ministro de Guerra General Luis Dellepiane presenta su dimisión indeclinable. Tenía en sus manos la información relativa a la conspiración civil y militar en ciernes y pidió autorización al presidente Yrigoyen para arrestar a los jefes militares revolucionarios, incluído el general Uriburu. Pero el caudillo, confiado, le restó importancia a los hechos, desairando a su ministro. Elpidio González quedó entonces interinamente a cargo de la cartera militar. El desconcierto reinaba en el elenco gobernante. El presidente acusaba un notable deterioro físico, producto además de un estado gripal que se agravó por entonces. Recluído en su casa de la calle Brasil, recibió al vicepresidente Martínez, a los ministros González, Oyhanarte y De la Campa, así como el gobernador bonaerense Nereo Crovetto. Los ministros solicitaron al presidente que delegara el mando en el Martínez para afrontar la difícil situación institucional. "Déjenme reflexionar hasta el lunes" los despidió Yrigoyen.
La tarde del 4 de setiembre en una manifestación realizada en Avenida de Mayo resultó muerto un empleado bancario. El clima se ha enrarecido notoriamente en la Capital y la violencia comenzó a apoderarse de las calles. Algunos partidarios del radicalismo toman venganza por mano propia.
El 5 de setiembre Elpidio y Horacio Oyhanarte, que no demasiado secretamente disputaban la herencia política del caudillo, concurrieron a su domicilio encontrándolo muy desmejorado de salud. González ingresó al dormitorio del enfermo y departió largamente con él, aconsejándole delegar el mando, a lo que Yrigoyen se negaba, siendo disuadido por los médicos que le recomendaron reposo absoluto.
A las 17 horas de ese viernes 5, víspera de la mayor tragedia institucional de la historia nacional, Enrique Martínez asumió la primera magistratura de la Nación y en acuerdo general de ministros decretó el estado de sitio en la Capital Federal por el término de treinta días.
Los confusos sucesos acaecidos el sábado 6 de setiembre encontraron a Elpidio González, sin demasiado éxito y en la medida de los posible, resistiendo la sublevación desde el Arsenal de Guerra junto con dos generales leales a la Constitución Nacional: Severo Toranzo y Enrique Mosconi. El gobierno ha sido incapaz de articular una mínima resistencia contra las bisoñas tropas del Colegio Militar y la multitud enfervorizada que las acompañaban. En gran parte, la responsabilidad era del vicepresidente en ejercicio del Poder ejecutivo, pero a González como a otros colegas de gran predicamento en el radicalismo, les cabe por su notoria inoperancia en defensa del orden constitucional.
Llegada la columna revolucionaria a la Casa de Gobierno, el General Uriburu y sus acompañantes se encaró con Martínez y le intimó la renuncia, a lo que éste se negó en un principio instigado por el ministro de Obras Públicas José Benjamín Abalos y el edecán Tte. Coronel Pomar. La intervención del General Agustín P. Justo y el Dr. Matías Sánchez Sorondo, así como la amenaza de Uriburu de hacer bombardear el Arsenal de Guerra y dependencias militares leales al gobierno, lo disuadieron entregando inmediatamente su renuncia al cargo.
Mientras tanto, en el Arsenal de Guerra, González ignoraba el desenlace producido en la Casa Rosada, hasta que se apersonó el General Justo a comunicar la rendición de Martínez. El ex ministro de Alvear fue abofeteado por el Gral. Toranzo al grito de "¡Traidor!". Los leales comisionaron a Mosconi para confirmar la dimisión del Vicepresidente, en virtud de la cual, alrededor de las 20 hs. se evacuó el Arsenal de Guerra dejándolo en poder de los sediciosos. La revolución había triunfado.
El presidente Yrigoyen, conducido a La Plata por Horacio Oyhanarte y el gobernador Crovetto, es arrestado en el Regimiento VII de Infantería del Ejército donde entregó su dimisión, quedando arrestado.
Días después del triunfo revolucionario, se rumoreó acerca de la existencia de una contrarrevolución radical tendiente a reponer a Yrigoyen en el gobierno de la República. El caudillo en carta dirigida al presidente de facto desautorizó toda tentativa de alterar la paz y el orden en el país, no obstante lo cual el gobierno decretó su prisión junto a otros importantes dirigentes y ex funcionarios radicales entre los que se hallaba Elpidio González. Ambos se encontraron recluídos en el vapor "Buenos Aires", departiendo largamente en las horas de ocio obligado.
Félix Luna especula con la actitud asumida por el vicepresidente Martínez y por Elpidio González durante los prolegómenos revolucionarios y la misma jornada del 6 de setiembre. En su biografía "Yrigoyen. El Templario de la Libertad", expresa sus dudas respecto del accionar de ambos funcionarios como producto del conocimiento que tenían de los hechos que se avecinaban endilgándoles la intención de utilizar el golpe de Estado para hacer renunciar a Yrigoyen para que asumiera Martínez la presidencia en forma definitiva.
Sostiene Luna "el exámen objetivo de los hechos autoriza a presumir que consciente o inconscientemente, Elpidio González hizo el juego a la revolución antes y durante el estallido...". "No se explicaba (Yrigoyen) cómo podía haber ocurrido todo lo de septiembre. Dudaba sobre la actuación de Elpidio González. Llegó a preguntar insistentemente a su defensor si él creía que González había sido un traidor".
Lo cierto es que el comportamiento posterior de Elpidio demostró claramente que las sospechas que recayeron sobre él eran absolutamente infundadas. De la revolución no podía esperar ningún beneficio político ni económico en el orden personal. No solamente se rehusó a percibir la pensión como ex vicepresidente que por ley le correspondía, sino que para ganarse la vida debió ingresar a la conocida firma productora de anilinas "Colibrí", para desempeñarse como corredor de comercio percibiendo una modestísima remuneración que le obligaba a vivir austeramente.
En la llamada Década Infame, Elpidio pasó a un plano casi decorativo en el Radicalismo. No tuvo prácticamente actuación cívica, quizá como un reflejo de dignidad y convicción de que su tiempo se había acabado y que nuevas generaciones debían asumir la defensa de La Causa.
En diciembre de 1942 fue recibido en audiencia por el presidente Ramón S. Castillo, a quien solicitó diera por terminada de una vez y para siempre la era del fraude en la Argentina.
La revolución militar del 4 de junio de 1943 puso fin a los gobiernos sustentados en el fraude y abrió una nueva etapa en la historia política argentina.
En la campaña electoral de 1945/46 Elpidio retornó a la actividad política para acompañar a la fórmula radical sostenida por la Unión Democrática integrada por José Tamborini y Enrique Mosca. Luego de la derrota sufrida frente a la candidatura del Coronel Juan D. Perón, el mítico ex ministro de Yrigoyen volvió a su silencio político.
A comienzos de 1951 fue sometido a una intervención quirúrgica en el Hospital Italiano donde permaneció convaleciente durante seis meses. Era un eufemismo, no tenía dónde ir a vivir ni quién le prodigara cuidados a su edad. Allí falleció el 18 de octubre a las 4,25 hs., rodeado del afecto de su ahijado Tito Anchieri , Orozco que fuera colaborador suyo desde los tiempos de la Jefatura de Policía, Carlos Borzani e Ismael Viñas.
El gobierno decretó duelo oficial por dos días. Sus restos mortales fueron velados en la sede partidaria de la U.C.R. y llevados al cementerio de la Recoleta.
Su inhumación constituyó una apoteosis de su trayectoria política y su conducta civil. El féretro conteniendo sus restos mortales fue depositado en el panteón del Monumento a los Caídos en la Revolución del '90, junto a Alem e Yrigoyen.
Como legado de su personalidad política y su compromiso cristiano dejó indicado en su testamento que sólo deseaba "ser enterrado con toda modestia, como corresponde a mi carácter de católico, como hijo del seráfico padre San Francisco, a cuya tercera orden pertenezco, suplico con amor de Dios la limosna del hábito franciscano como mortaja y la plegaria de todos mis hermanos en perdón de mis pecados y en sufragio de mi alma".